María Dolores López-Menéndez, escritora: «Pocos saben que el cólera acabó con el 30 % de A Coruña, prohibieron tocar las campanas a muerto porque las muertes eran constantes»

  • Autor: M.M. Foto de César Quian
  • Fecha: 20/06/2024
  • Medio: La Voz de Galicia

La novela de misterio «Ardentía 1854» recupera el infierno de la epidemia que asoló la ciudad

Dolores Seoane es una chica de 17 años que vive en A Coruña. Estamos en 1992 y, en San Xoán, esta joven se adentra en la iglesia de san Nicolás, donde se guardan unos libros de origen desconocido capaces de desencadenar la ardentía esa noche y abrir una puerta en el tiempo. La protagonista de la primera novela de María D. López-Menéndez, Ardentía 1854 (Hércules de ediciones), una historia de misterio que huele a saga, viaja a 1854. Hoy lo presenta en el Náutico a las 20.00 horas.

—¿Qué pasó en 1854?

—Fue el año más tenebroso que vivió A Coruña. La provincia era la tercera más habitada de España, solo por detrás de Barcelona y Valencia, y la ciudad, la más poblada de Galicia con al menos 27.000 vecinos. Veníamos de sufrir «o ano da fame», como escribió Rosalía de Castro sobre 1853, cuando se vivió la peor de las hambrunas. Las heladas e inundaciones mataron las cosechas, la gente se moría literalmente de inanición y por eso se acercaban a las ciudades, buscando algo que llevarse a la boca. A Coruña era la puerta de América en la Península y estaba viviendo un auge industrial tremendo. En 1854 se instaló el alumbrado público por gas. A Santiago llegó en 1872 y a Vigo en 1883. En medio de todo esto, desembarca el cólera en un barco en el puerto.

—Su objetivo es crear una saga, ¿seguirá en ese año?

—Estoy escribiendo el segundo libro. Quiero que sea una saga larga, donde introduzca acontecimientos importantes de la historia de Galicia, que la gente desconoce y son tremendos, a través de una historia de ficción.

—¿La realidad puede superarla?

—En esta primera novela el hilo conductor se basa en una investigación hemerográfica, seguí lo narrado por los periódicos de la época, recojo de hecho fragmentos de la prensa. La protagonista va a conocer personajes reales, verdaderos héroes durante la gestión de la pandemia, que se produce en una de las etapas más turbulentas del reinado de Isabel II, con mucha corrupción , a punto de producirse la Vicalvarada, y donde A Coruña era, con Cádiz, la cuna del liberalismo.

—Indagando en las hemerotecas, ¿vio muchos paralelismos con la pandemia del covid?

—En casi 200 años no hemos aprendido nada. Tuvimos un Fernando Simón en 1854. Confundieron el cólera con una contaminación de los alimentos y, cuando se dieron cuenta, era demasiado tarde. Se transmitía por el agua.

—¿Qué fue lo que más le impactó de indagar en esta historia?

—La cantidad de gente que murió. Nicasio Landa, el responsable de la gestión de la epidemia, dio una cifra, la considerada oficial, y que dice que murió el 30,8 % de la población de A Coruña. En seis meses, el cólera arrasó la ciudad. Prohibieron tocar las campanas cuando había un muerto porque las muertes eran constantes.

—¿Qué otros ingredientes tiene la novela, además de la historia?

— En Ardentía 1854 hay dos historias que transcurren de forma paralela, en 1992 y 1854. Dolores va a estar en 1854, pero la vida continúa en 1992. En ambas épocas las historias se tocan. La novela es una reflexión sobre las decisiones precipitadas y sus consecuencias. Lo primero que va hacer en 1854 Dolores va a ser buscar a su familia, a sus antepasados. Personas de las que escuchó hablar en casa y de las que no va a poder evitar sentir apego cuando las conoce. También va a haber amor en dos tramas, una en cada época, y una lucha contrarreloj de la protagonista, ¿quedará en 1854 para siempre?

—Comparte nombre y quinta con la protagonista, ¿autoficción?

—Cuando era pequeña, un anticuario, Murias, hacía cajitas sorpresa. Un día, en una, estaba un estampa de la virgen de los Dolores, con mucha importancia en la trama de la novela. Quería que la protagonista fuera de esa generación, la que disfrutó en 1992 con la publicación de El amor en los tiempos del cólera, pero nada más. No soy yo ni mucho menos.

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