Domingo, 30 de junio de 2019
Alicia Pardo | Publicado en La Opinión de A Coruña
Por su cifra de artistas consagrados a la ilustración, hablar de A Coruña con dibujos es hacerlo doblemente. Y más si lo que se trabaja es un símbolo de la talla de la Torre de Hércules, la edificación que, según la fábula, el héroe construyó sobre la cabeza del gigante Gerión. Con motivo del aniversario de su declaración como Patrimonio de la Humanidad, celebrado este mes, Hércules Ediciones publicará en agosto un álbum ilustrado sobre el mito del faro, Hércules y el gigante. La leyenda de la Torre. El trabajo, que contará con presentación en la Feria del Libro, recae en un pincel con ADN debidamente coruñés, el de Enrique López, que retrata el monumento desde sus esbozos más tempranos.
¿Cuántas visitas a la Torre le ha costado este libro?
Unas cuantas [se ríe]. Pero uno se documenta de muchas maneras. La Torre está ahí desde mucho antes de yo naciese, así que evidentemente la conozco desde pequeñito. En el colegio, cuando estudiabas la historia de A Coruña, te hablaban de ella, y hacías el clásico dibujo. Incluso recuerdo algún concurso en EGB. Ahora ya no voy yo, pero llevo a mi hijo, por lo que sigue estando ahí para todos.
En otros trabajos ha sido solo ilustrador, pero aquí también se ha lanzado a la escritura, ¿ha sido más fácil pelearse solo con uno mismo?
Por suerte, no me tuve que pelear en ninguno de los casos [se ríe]. Pero este libro fue una ventaja, porque eliminas ese riesgo de un posible encontronazo. Lo tienes todo tú, no hay una persona que te pide trasladar sus ideas y con la que tratas de acertar.
¿Cuánto tuvo que ver el aniversario de la Torre para dar vida a la suya?
La idea la tenía en mente antes. Me vino estando con mi hijo en la sala de espera del pediatra, cuando cogió un cuento para que se lo leyera. Era el mito de la Torre, y me di cuenta de que se trata de que el gigante es malo y de que Hércules le corta la cabeza. Las caras que ponía el chaval eran un poema, porque no quedaba muy justificado por qué ocurría aquello.
En su obra lo convierte en un cuento sobre la colaboración. ¿Ha querido dulcificarlo?
No diría tanto dulcificarlo. Lo que quise pensar es en qué se le había perdido a Hércules en Galicia. Se me ocurrió que solía venir en verano al festival de Ortigueira [ríe]. Como aquí somos más de resolver un conflicto hablando que no con violencia, partí de que las cosas no siempre son lo que parecen, y de que el miedo a lo desconocido a veces está injustificado. El objetivo era acercar el mito a los niños, y transmitirles valores constructivos y no destructivos.
Ahora crea para ellos, pero es arquitecto de formación. ¿Buscaba una mayor libertad?
Sí. Yo habría estudiado Bellas Artes encantado de la vida, porque desde pequeño me apasionó el dibujo. Cogía los Mortadelos y a lo mejor no los leía, sino que los representaba en una libreta. Pero por motivos familiares no pude irme a estudiar fuera. Ahora me surgió esto, porque con la crisis en la arquitectura…
Pero la ilustración no está mejor…
Eso es cierto. Pero, para mí, haber podido hacer un cuento entero es un sueño hecho realidad.
Su público siempre es el infantil, ¿no se encuentra cómodo bajo el ojo adulto?
En realidad, se trata un poco de las oportunidades que me han surgido. Por otra parte, el público infantil es más exigente que el adulto. Es muy sincero y, si no les gusta, te lo van a decir. Yo creo que contarle un cuento a un niño es una cosa que hay que mantener, y hacerlo con relatos que sean dignos para ellos.
¿Se cae en la simplificación?
Se cae en que a veces las cosas están escritas de una manera que, cuando las lees, piensas: “No me puedo creer que le esté leyendo esto” [ríe]. Te encuentras con cosas que te chirrían respecto a la forma de escribir y de presentar a los personajes y lo que hacen.
Lo suyos están hechos de forma artesanal, ¿sigue habiendo lugar para la artesanía en la nueva industria?
Yo creo que sí. Igual que se escuchan discos en vinilo, siempre va a haber sitio para el arte que uno expresa con sus manos en un lienzo. Yo no estoy en contra de las nuevas tecnologías, pero sigo encontrándole un punto al dibujo hecho mano. Tiene ese toque tradicional, y le da una autenticidad que, a lo mejor, algunos dibujos hechos a ordenador no tienen.
Hoy estamos rodeados de ilustraciones, pero vivir de ellas sigue siendo utópico. ¿La popularidad de la cultura gráfica no ha sido suficiente para el sector?
Para vivir es complicado. Yo creo que hay que diversificar, no puedes vivir solamente de publicar. El libro te abre a un público y te da a conocer, pero luego tienes que vender ilustraciones o retratos por encargo para subsistir.
Precisamente en el retrato es en lo que está poniendo el foco ahora…
Es un proyecto de futuro, porque al final siempre lo tengo que andar aparcando [risas]. A partir de los 13 o 14 años, empecé a intentar hacer retratos de actores de Hollywood, y le cogí el gusto a retratar personas. Primero fueron bocetos normales, y luego humorísticos. Ahora lo que quiero es realizar retratos de gente conocida con vistas a poder comercializarlos, pero fuera de eso me quedaré en la ilustración de cuento infantil, porque realmente estoy disfrutando de contar historias.